Modelos, Tendencias e Implicaciones a nivel de Formación
Docente.
Para De Lella (2003), entre los modelos teóricos de
formación docente se encuentran: El modelo práctico-artesanal, el academicista,
tecnicista, eficientista y hermenéutico-reflexivo, los cuales presentan
tendencias e implicaciones a nivel de formación docente. Los mismos se exponen
a continuación:
Cada
modelo teórico de formación docente articula concepciones acerca de educación,
enseñanza, aprendizaje, formación docente y las reciprocas interacciones que
las afectan o determinan, permitiendo una visión totalizadora del objeto. Los
distintos modelos, hegemónicos en unos determinados momentos históricos, no
configuran instancias monolíticas o puras, dado que se dan en su interior
contradicciones y divergencias; y ellas mismas coexisten, influyéndose
recíprocamente. La delimitación y descripción de las concepciones básicas de
estos modelos permite comprender, a partir del análisis de sus limitaciones y
posibilidades, las funciones y exigencias que se le asignan al docente en cada
uno de ellos.
1.
El modelo práctico-artesanal concibe a la enseñanza como una actividad
artesanal, un oficio que se aprende en el taller. El conocimiento profesional
se transmite de generación en generación y es el producto de un largo proceso
de adaptación a la escuela y a su función de socialización. “El aprendizaje del
conocimiento profesional supone un proceso de inmersión en la cultura de la
escuela mediante el cual el futuro docente se socializa dentro de la institución,
aceptando la cultura profesional heredada y los roles profesionales
correspondientes” como lo refiere (Fullan y Hargreaves (1992). Se da un neto
predominio de la reproducción de conceptos, hábitos, valores de la cultura
“legitima”. A nivel de formación, se trata de generar buenos reproductores de
los modelos socialmente consagrados.
Este
modelo es el prototipo del paradigma presagio-producto. Un ejemplo bastante
claro es la formación de los artesanos de los gremios medievales, aprendizaje
por imitación de lo que realizaban durante su trabajo los obreros calificados.
Lo aprendido servía para toda la vida y aún sobraban para los que venían detrás
a ocupar el puesto de trabajo.
2.
El modelo academicista especifica que lo esencial de un docente es su sólido
conocimiento de la disciplina que enseña. La formación así llamada “pedagógica”
como si no fuera también disciplinaria, pasa a un segundo plano y suele
considerarse superficial y hasta innecesaria. “Los conocimientos académicos
podrían conseguirse en la experiencia directa en la escuela, dado que cualquier
persona con buena formación conseguiría orientar la enseñanza”. Plantea una
brecha entre el proceso de producción y reproducción del saber, en tanto
considera que los contenidos a enseñar son objetos a transmitir en función de
las decisiones de la comunidad de expertos. El docente no necesita el
conocimiento experto sino las competencias requeridas para transmitir el guión
elaborado por otros, como un locutor hábil. La eventual autonomía se ve como riesgosa,
fuente de posibles sesgos.
Dos son los modelos dentro de esta orientación:
a)
Modelo Enciclopédico: destaca la importancia del conocimiento del contenido, y
por tanto la acumulación del mismo, cuanto más sepa mejor profesor será. La
competencia didáctica del profesor reside en la posesión de los conocimientos
disciplinares requeridos y en la capacidad de explicar con claridad y orden
dichos contenidos, así como evaluar con rigor la adquisición que de los mismos
han logrado los alumnos.
b)
Modelo Comprensivo: concibe al profesor no como enciclopedia, sino como un
intelectual que comprende lógicamente la estructura de la materia que enseña,
así como la historia y las características epistemológicas de la misma, además
de la manera de enseñarla.
3.
El modelo tecnicista-eficientista apunta a tecnificar la enseñanza sobre la
base de esta racionalidad, con economía de esfuerzos y eficiencia en el proceso
y los productos. El profesor es esencialmente un técnico: su labor consiste en
bajar a la práctica, de manera simplificada, el currículo prescrito por
expertos externos en torno a objetivos de conducta y medición de rendimientos.
El docente no necesita dominar la lógica del conocimiento científico, sino las
técnicas de transmisión. Esta subordinado, no solo al científico de la
disciplina, sino también al pedagogo y al psicólogo.
Al profesor se le considera como “un técnico que domina las aplicaciones del
conocimiento científico producido por otros y convertido en reglas de
actuación” Pérez, (1992). El centro de interés esta en el conocimiento del
contenido y en las destrezas necesarias para la enseñanza.
Se
encuentran dos enfoques dentro de esta orientación:
a)
Modelo de entrenamiento: busca la eficiencia del docente. Se parte de programas
de formación cuyo propósito fundamental es el entrenamiento del profesor en las
técnicas, procedimientos y habilidades que se han demostrado eficaces. El
objetivo pues es la formación docente en las competencias específicas y
observables concebidas como habilidades de intervención, las cuales pueden ser
suficientes para producir en la práctica los resultados eficaces que se
esperan.
b)
Modelo de Toma de decisiones: en este caso, se plantea que lo importante no es
que el profesor posea destrezas o competencias, sino que este intelectualmente
capacitado para seleccionar y decidir cual es la destreza más pertinente y
relevante para cada situación. Marcelo, (1994:). Quiere decir ello, que
el profesor debe aprender técnicas para intervenir en el aula, pero también
cuando utilizar unas y cuando utilizar otras, por lo que requiere además la
formación en competencias estratégicas, además de formas de pensar apoyadas en
principios y procedimientos de intervención.
4.
El modelo hermenéutico-reflexivo supone a la enseñanza como una actividad
compleja, en un ecosistema inestable, sobre determinada por el contexto
espacio-temporal y sociopolítico y cargada de conflictos de valor que requieren
opciones éticas y políticas. El docente debe enfrentar, con sabiduría y
creatividad, situaciones prácticas imprevisibles que exigen a menudo
resoluciones inmediatas para las que no sirven reglas técnicas ni recetas de la
cultura escolar. Vincula lo emocional con la indagación teórica.
Se construye personal y
colectivamente parte de las situaciones concretas (personales, grupales,
institucionales, sociopolíticas) que intenta reflexionar y comprender con
herramientas conceptuales y vuelve a la práctica para modificarla. Se dialoga
con la situación interpretándola, tanto con los propios supuestos teóricos y
prácticos como con otros sujetos reales y virtuales (autores, colegas, alumnos,
autoridades).
Sus
textos son “pre-textos”, que posibilitan y generan conocimientos nuevos para
interpretar y comprender la especificidad de cada situación original, que
también se transforma. Se llega así a un conocimiento experto, el mejor
disponible para dar cuenta que aquella práctica primera, ahora ya enriquecida y
modificada; posible portadora de eventuales alternativas, de un nuevo dinamismo
transformador. Sin embargo, también se coincide con los autores que señalan la
posible parcialidad, relatividad, provisoriedad, los eventuales riesgos,
dilemas e incertidumbre que conlleva a un conocimiento práctico así producida.
El
academicista ubica al docente como transmisor de las verdaderas certezas que
proporcionan los últimos contenidos científicos. Concibe al mismo como un
especialista en una o varias disciplinas, siendo el dominio del contenido el
objetivo fundamental de la formación.
El
tecnicista sueña con el docente de la racionalidad técnica, que planifica los
previsibles pasos del proceso de enseñanza-aprendizaje y baja los paquetes
instruccionales con términos seguros para garantizar el logro eficiente de los
objetivos.
Las
posibles combinaciones entre los tres modelos darán diversas formas
reproductivistas, de racionalidad técnica, heterónomas, desconociendo las
implicaciones éticas y políticas del quehacer educativo. No solo subordinan a
los docentes; sino que despojan al docente en cuanto, a su rol de
gestores, políticos de la educación, y al conjunto de la sociedad misma, de la
capacidad de decisión de los medios más acordes y consecuentes con los fines propuestos.
Aluden a un pasado de sólidas certezas, a un presente seguro y a la confianza
de un futuro cierto.
Según
De Lella, (1990), considera que el modelo hermenéutico-reflexivo pretende
formar un docente comprometido con sólidos valores (no neutro) y con
competencias polivalentes. Un docente abierto, capaz de:
·
Partir de la práctica como eje estructurante, en tanto áulica, institucional,
comunitaria, social.
·
Problematizar, explicitar y debatir desde la biografía escolar previa hasta las
situaciones cotidianas, las creencias, las rutinas, las estereotipias, las
resistencias, los supuestos, las relaciones sociales, los proyectos; así como
los contenidos, los métodos y las técnicas.
·
Reconstruir la unidad y complejidad de la propia experiencia docente
contextualizada, con sus implicaciones emocionales, intelectuales,
relacionales, prospectivas.
·
Compartir la reflexión personal crítica en ámbitos grupales contenedores, con
coordinación operativa, para posibilitar cambios actitudinales.
·
Favorecer la exogamia, ampliar la perspectiva, a fin de lograr cierta distancia
optima de análisis.
·
Leer en las imprescindibles imágenes vertiginosas de la postmodernidad,
tratando de interpretar los signos de los tiempos, de este casi inescrutable
comienzo de milenio.
·
Esta tendencia hermenéutico-reflexiva no esta consolidada, ni siquiera aún
suficientemente legitimada. Es más, ella misma produce incertidumbre y dudas.
Pero quiere constituirse en referente teórico-metodológico, a la vez que en
genuina aspiración ético-política (¿con resabios de modernidad?) a la cual los
formadores de docentes o los gestores, responsables políticos de los
respectivos programas no queremos renunciar.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
De Lella, C.
(2003). Formación Docente El modelo hermenéutico-reflexivo y la práctica
profesional.
Fullan y
Hargreaves. (1992). Estrategias didácticas para la enseñanza. Taller de
estrategias metodológicas I.
Marcelo, (1994). I
seminario Taller sobre perfil de docente y estrategias de formación. Lima,
Perú.
Pérez Gómez, (1992)
“Comprender y transformar la enseñanza”. Ediciones Morata, Madrid. (Págs. 398 –
429).

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